Polet Guzmán: “Me permito todas mis versiones” 

Polet Guzmán: “Me permito todas mis versiones” 

La ciudad de Nueva York no solo es meca del mundo donde todo pasa. Es también, lugar para crecer carreras artísticas, aprender destreza y técnicas, y exponerlas al mundo. El diseño es una de las prácticas que muchos puertorriqueños llegan hasta aquí para prepararse y desarrollarlo. Muchas universidades y centros de estudios de renombre como Pratt Institute, FIT, Parsons, se encuentran en esta ciudad y los eventos más importante de diseño, también.

Muchos diseñadores puertorriqueños, en distintas disciplinas, hicieron sus carreras en esta ciudad y regresaron a la isla, pero muchos otres, continúan su vida aquí, diseñando no sólo sus productos o servicios, sino sus vidas.  

Interesada en el diseño, en esta serie conocerás algunos diseñadores puertorriqueños y cómo diseñan su vida en la ciudad de Nueva York. Comenzamos con Polet Guzmán de CASA MUZA.

Polet Guzmán. f D. Alvarado

¿Cómo comienzas en el diseño? 

Estudié pintura en la escuela de Artes Plásticas. Ahí tomé una clase de serigrafía y es cuando comencé a hacer mis tshirts de mis dibujos y vi que se empezaron a vender muy bien. Luego, comencé a comprar ropa de segunda mano, porque no sabía coser, y las intervenía. Empecé a crear mis diseños y vi que la ropa es más accesible a todos. Es ahí que me interesó el diseño de moda. Pero ahora es que entiendo que yo crecí en ese campo. Mi mamá todo el tiempo estaba cociendo, ella tenía su propio taller. Yo siempre decía “voy a ser pintura, voy hacer lo mío". Pero terminé haciendo diseño de moda. 

Al día de hoy, la gente me pregunta y yo digo que soy artista, pero cuando me mudé a NYC, me di cuenta que las camisas que hacía no se vendían porque aquí están los diseñadores del mundo. Todo el mundo hace un trabajo heavy en sus piezas. Y ahí, en vez de ponerme a estudiar, -porque a mi nunca me ha gustado la universidad y ya había estudiado pintura-, contraté personas que tenían conocimiento en patrones, telas, y con ellos fui aprendiendo. Y ahí fue creciendo lo que fue Muza, a pesar de que Muza nació en Artes Plásticas, acá se convirtió en una línea de ropa que viene por temporada y colecciones. Poco a poco fui aprendiendo de la industria, empecé a entrar a los trade shows de telas, a los fashions shows y yo misma me fui educando a medida de los años que llevo acá. 

Casa Muza está ubicada en 246 Grand St., justo al lado de Toñitas - Caribbean Social Club, en Brooklyn.

Polet en su taller.

Cuándo y cómo llegas a NYC ¿Qué te motivó? 

El amor (ríe- jajajaja). Estaba por graduarme y quería irme de Puerto Rico pero no sabía dónde. En ese entonces, estaba viajando mucho a Miami, porque en ese momento estaba haciendo murales; estaba descubriéndome, viendo a ver qué iba a terminar de hacer con mi vida. Conseguí una tienda donde podía vender mis camisas, y es ahí donde conozco a este hombre, americano, compartimos como cuatro días, lo fui a visitar un verano a nyc, con mi gato y una maleta. Clickeamos y me dije, aquí es. En ese momento me dije “Yo voy a seguir mi carrera, porque esto es una oportunidad”. Me metí en un taller y ahí conocí a todas las personas que me ayudaron a abrir mi espacio de taller, de ropa y galería. Ahí conocí mi nicho aquí en NYC.  

Sol.

¿Qué te da esta ciudad en el diseño? 

 Wao, todo. Creo, que ahora mismo yo lo veo como la competencia con uno mismo. La presión “tienes que hacerlo”, aquí hay que echar pa’lante. Esa competencia con uno mismo de querer estar mejor que el año pasado. El que seas latina, que apenas sepas el inglés, y que lo estés haciendo, eso me motiva a seguir. La inspiración casi toda es de otros países; cuando voy a Guatemala, cuando me conecto con la tierra, con Puerto Rico, con las mujeres, con la comunidad de mujeres medicina, de ahí viene más mi trabajo. Nueva York es más un lugar de emprendimiento, de que las cosas sucedan, pero no necesariamente es un lugar que me inspira. Lo veo un lugar donde las cosas se crean, las cosas no se quedan en el aire. A veces los sueños se quedan en eso, sueño, y aquí tienes que volverlos tierra; hacerlos realidad.  

Mencionaste un despertar espiritual, ¿tuviste un despertar espiritual? 

Ay nena horrible, (ríe). Pero no, en serio, fue algo lindo. Lo que pasa es que “nosotros” en general, o por lo menos yo, era una persona que evadía mucho el dolor. Y creo que los puertorriqueños somos así, todo es fiesta, sonrisa. 

Mi despertar llegó afrontando muchos dolores uno tras de otro. Sin embargo, fue reconocer que somos espíritu. Me empezaron a pasar cosas como que tuve que cerrar la tienda del Lower East Side, el matrimonio se acabó. Yo pensaba que era una persona. Me perdí en ese ‘soy’; soy la tienda, soy el matrimonio, y no tenía como esencia. Me perdí en ese ‘soy’. Me comenzaron a pasar muchas cosas extrañas; me encontré con una tarotista, una mujer bruja… de repente todo estaba pasando al mismo tiempo y se estaba desmoronando todo. ¿Qué carajo está pasando? Y hasta llegué a sentir miedo. Es ahí cuando empiezo a involucrarme con mujeres medicinas, chamanes, astrólogos, intentando entender lo que estaba pasando. Y ahí justo llega la Pandemia. De repente todo lo que construí se vino abajo. Y ahí es que entiendo que tengo que fortalecer mi espíritu y volver a mi. Ahí es que surge esta colección. Pero una colección que tardó dos, tres años en hacerse. Fue un proceso lindo, pero fuerte. 

Mi despertar llegó afrontando muchos dolores uno tras de otro. Sin embargo, fue reconocer que somos espíritu.
— Polet

¿Cómo diseñas tu vida en esta ciudad? 

Acabo de cumplir 35 y creo que a esta edad le das mucho más espacio a tu salud emocional, mental, física. Ayer mismo me fui a unos turkish russian bath y esas son las cosas que realmente me llenan el alma. Tengo que hacer yoga semanal obliga’o, la meditación, comer suficiente vegetales, tomar luz del sol, tomar vitaminas de energía en temporada de invierno, dormir mis 8 horas. 

Antes yo me metía mucha presión de trabajo, pues dentro de todo, era lo que me hacía feliz y una persona valiosa entre la gente. Después de la Pandemia, mi salud emocional es primordial. Incluso crear es parte de mi estilo de vida. Todas estas cosas han hecho que mis creaciones vengan de un lugar más genuino. Vivo una vida más relajada. Igual me doy mis fiestas, siempre me va a gustar, soy puertorriqueña y creo que eso es lo típico. Pero si en una fiesta me extiendo demasiado, cuenta y jura, que estoy diez días en terapia, spa, recuperándome… de un jangueo oscuro (ría a carcajada). Pero de ahí también, de entender la oscuridad, viene la sanación. Entender “yo soy esto, pero también soy esto”.  Pero no dejo la oscuridad estar mucho tiempo. Vienes un ratito, la pasamos bien y de ti puedo hasta crear, y salen cositas chévere, pero no se puede quedar mucho tiempo. No me deja crear, mantener la tienda, la abundancia y la prosperidad que quiero. 

¿Qué incluyes de la caribeñidad en tu estilo de vida citadino? 

La música. No me considero de ninguna religión, pero sí estoy conectada con mi espiritualidad. Pongo mucha música, prendo velas y altares. Eso es muy importante y es parte de conectar con la isla. 

“Tengo muchas amistades puertorriqueñas. Mi comunidad es de puertorriqueños, so, eso me mantiene tocando tierra.” 

¿Qué es lo más que te gusta de ser tú? 

Ahora mismo, integrar todas estas Polet que están dentro y aceptarlas a todas. Ese ha sido mi nuevo wave

He tenido temporadas que estoy super hippie, rasta y me dejo llevar por la tierra y que se joda tó, y he estado en otras donde es todo trabajo, energía masculina, tengo que hacer dinero y no me permito recaer o llorar; no hay tiempo. Está la otra parte que soy super espiritual, voy a talleres y veo chamanes, y está la otra que es co dependiente que se enamora hasta el zoco y tiene varios amores de la vida. A veces uno se niega a todas esas versiones de una. Y aceptar que soy todas y a todas las amo… Me permito todas mis versiones. 

¿Qué es lo mejor de estar vivo hoy? 

Lo cotidiano. Las cosas sencillas. He estado viajando mucho a Centroamérica, Guatemala, y en esos viajes, algo tan sencillo como visitar el mercado, poder sentarme y tomarme una cerveza. Tomarme un café por la mañana en una plaza. Visitar a mi chamán y poder sentarme a hablar con ella de la vida. Eso es lo más que disfruto. 

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